El año pasado publiqué una reflexión cuando iba a tener lugar en NY la reunión preparatoria de la Cumbre del Clima de París que está teniendo lugar en estas semanas. La titulé Sí a combatir el cambio climático. Desde entonces, no ha variado mucho el tema. ¿…O sí? Veo, al menos, dos posturas complementarias frente a este tremendo reto de salvar el planeta.
La primera novedad es que se va asentando una desesperanza militante: no vamos a poder parar el desastre. Esa impresión da el último artículo de Leonardo Boff, El capitalismo será derrotado por la Tierra. Por un lado, el gran eco-teólogo brasileño afirma que serán los desastres ecológicos los que acaben con el Capitalismo, lo cual es visto como una buena noticia; por otro lado, eso va significar un gran sufrimiento pues la derrota del sistema neoliberal que ha arruinado la Tierra supone un desastre ecológico imparable de dimensiones apocalípticas. De allí que haya que aprovechar todos los resquicios que socaven el sistema y “rezar y prepararse para lo peor”.
La segunda gran novedad es la publicación de la encíclica del Papa Laudato Si, que nos ha dado razones para seguir teniendo una terca esperanza: se puede detener el desastre apocalíptico, aunque no todos los efectos a corto plazo. Naturalmente, se nos llama a una gran conversión, lo que, en otros términos, significa también el fin de este sistema capitalista basado en el crecimiento infinito del PIB de los países y el cáncer del consumismo sin conciencia.
Personalmente, me apunto a una mezcla de las dos actitudes, la terca y militante esperanza. Y me parece que deben dominar en mí tres actitudes:
- Hacerme consciente de que este es el problema fundamental de la Humanidad, muy por encima de cualquier otro. Por ello necesito estudiarlo, comprenderlo y darlo a conocer.
- Trabajar sin descanso por apoyar todas las iniciativas que promuevan un cambio de modelo productivo y de vida a gran escala que respete la biodiversidad y mejore la calidad de vida de las personas;
- Examinar seriamente mi vida personal para reducir mi “huella de carbono”. ¿Puedo hacer algo, ya, para evitar crear tanta contaminación?
Me lo exige mi conciencia,… pero mucho más mi hija de 10 años, ¡que está más comprometida que yo!