Estamos en pleno sínodo de la familia y hay mucho revuelo sobre cuánto puede la Iglesia avanzar en este área, una de las zonas “reservadas” de la doctrina y la ética católicas. La realidad es que hoy existen tipos de familias muy diversos y todos llamados a vivir en el amor aunque no sigan el modelo tradicional. ¿Cómo no iluminar desde la luz del evangelio esas comunidades humanas donde también hay acogida, respeto, cariño y servicio mutuos?
Como miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, he tenido la oportunidad de adherirme a la firma de un documento enviado al Sínodo de los obispos con el título “Declaración internacional de teólogas y teólogos sobre el sínodo de obispos“. No es fácil estar “al cierzo” en muchos de estos asuntos, pero he creído, en conciencia, que debía participar dada la tendencia de nuestra jerarquía a mirar hacia otro lado cuando el tema que nos ocupa suscita demasiada controversia.
En esta declaración se mencionan, de forma casi telegráfica, temas candentes como el del aborto, donde se necesita seguir reivindicando la dignidad absoluta del no nacido junto a la de quien comete el aborto. Esta persona debe poder ser acogida de nuevo en el seno de la comunidad con compasión y reconciliación, posibilidad que ha facilitado el Papa en este Año de la Misericordia al permitir que todos los sacerdotes puedan absolver este pecado. Además se presentan los graves problemas pastorales de los divorciados y vueltos a casar, del sacerdocio de los casados y de las mujeres, del reconocimiento de los homosexuales en la Iglesia…
Se puede leer todo el texto en Eclesalia.