Visita a Washington con Fernando Negro. Salimos ayer desde la nueva parroquia escolapia de Santa Elena, en el Bronx, donde saludamos a algunos hermanos, y hemos hecho un viaje relámpago de dos días en los que hemos visto algunos de los lugares más emblemáticos de la capital de Estados Unidos. Para mí, sin embargo, lo importante era estar con Fernando, mi amigo y hermano con quien viví en comunidad diez años en Brooklyn y Camerún.
Fernando, tras muchos de misionero en EEUU, Camerún y la India, es actualmente el superior de la Provincia escolapia de Estados Unidos y Puerto Rico. Vive con sencillez en Washington con otro escolapio, Andrew Buechele, doctor en Física de materiales que ha dedicado su vida a la enseñanza de esta disciplina en la Universidad Católica de Washington, cerca de la cual se encuentra la casa de la comunidad. En su campus está la basílica de la Inmaculada Concepción, majestuosa, imponente, de la que me llevo la imagen de la Sagrada Familia descansando durante la huida hacia Egipto y el deseo de que Nuestra Señora del Pilar estuviera entre las imágenes de María que acoge la basílica.
Al ser nombrado provincial hace cuatro años, Fernando decidió dedicarse por entero a sus hermanos de la provincia y eso hace desde su pequeño despacho y en sus muchas visitas a las comunidades de Devon, Nueva York, Florida y Puerto Rico. Esto no quita que muchas personas hayan descubierto sus maravillosos dones como formador y director espiritual y le pidan retiros y talleres que ha publicado en unos libritos de crecimiento personal.
Fernando es un hermano universal, un hombre que es capaz de ver la belleza en cada ser humano y en todo lo que le rodea. De allí que vaya sonriendo por la calle a todo el mundo y ofreciendo un saludo especial para cada persona. Soy testigo de que esos saludos hacen que muchos desconocidos entablen conversación con él porque se dan cuenta, a través de sus ojos y su figura acogedora, de que nadie me es extraño en realidad, de que todos somos hermanos y hermanas.
Fernando vive con tal intensidad el momento presente que cuando cambia de lugar no tiene tiempo material para mantener el contacto con los que dejó atrás. Eso nos molesta a muchas personas que le queremos y que, de alguna forma, nos sentimos olvidadas. Pero sé que en su corazón seguimos viviendo todos y todas, aunque no debamos esperar que nos escriba. Tampoco lo hace conmigo.
Hemos aprovechado para hablar largo y tendido de la situación de la orden escolapia. Le he manifestado mi inquietud por la forma en la que se están haciendo las cosas y el trato que están teniendo muchos hermanos de la antigua provincia de Aragón. Veo mucho sufrimiento, desilusión y preocupación a mi alrededor.
Lo más emocionante del viaje ha sido volver a pisar el lugar desde el que Martin Luther King hizo su famoso discurso “I have a dream” en 1963, frente al monumento de Lincoln. Allí nos hicimos la foto de esta entrada Fernando y yo. Allí hemos sembrado en nuestros hijos el interés por conocer la larga marcha hacia los derechos civiles de tantos millones de personas que sufrieron primero la esclavitud y luego el racismo. Nada está del todo erradicado, ni aquí ni en el resto del mundo.