Concertada, mucho más que libertad

Manifestación por la libertad de enseñanzaCarta abierta
a los compañeros de la escuela pública
que se oponen a la libertad de enseñanza

Una gran manifestación de más de 30.000 personas recorrió el centro de Zaragoza el pasado 4 de abril para protestar por la decisión unilateral del Gobierno de Aragón de cerrar aulas concertadas a pesar de contar con demanda social. Los que participamos, al grito de “¡Libertad!”, pedíamos que las familias pudieran elegir el centro que deseaban, pero también dignidad, justicia y un diálogo respetuoso entre las partes para llegar a un acuerdo en beneficio de la educación y de los niños y jóvenes a quienes servimos.

Este diálogo es más necesario que nunca porque el debate sobre pública o concertada que esta crisis ha avivado en medios de comunicación y redes sociales es uno de los más polarizados e ideologizados en nuestra sociedad. Hay tal confusión objetiva y subjetiva que es difícil hablar calmadamente sobre este asunto incluso entre familiares y amigos. Ni toda la concertada es igual, ni tampoco la pública. Deberemos buscar el diálogo, sea como sea, porque no podemos seguir hablándonos a gritos y escupiéndonos eslóganes. Bastantes dificultades tenemos todos los docentes para educar a los chicos y chicas del siglo XXI como para gastar energías en echarnos los trastos a la cabeza.

Ante tantas declaraciones “contra la concertada“, comenzaré diciendo que esta carta abierta no va en contra de la enseñanza pública. Muchos de mis amigos y familiares son profesores en institutos y colegios públicos. Yo mismo fui educado en la escuela de Sariñena por un grupo de maestros a los que sigo llevando en mi corazón. Tengo la suerte de poder seguir visitando a uno de ellos, Don Gonzalo Yáñez, que fue mi Maestro con mayúsculas y a quien sigo profesando un profundo cariño y gratitud. Esta carta va dirigida especialmente a los profesores de la pública que se oponen a la libertad de enseñanza.

Junto a vosotros, compañeros y compañeras de la pública, he hecho huelgas y he salido en manifestaciones contra la LOMCE y los recortes educativos y a favor de una enseñanza de calidad para todos y todas. Por eso he echado en falta vuestro apoyo y vuestra voz ante las medidas tomadas contra nosotros por el Gobierno de Aragón. Me duele que algunos seáis los que más leña al fuego estáis echando contra nosotros en las redes sociales y en los periódicos. Me duele que algunos empleéis auténticas mentiras para mover las peores pasiones de vuestros lectores. Me duele que algunos de vuestros compañeros de la pública -y son un alto porcentaje- no se atreva a hablar de este tema en vuestros propios claustros por el extremismo con el que plateáis vuestras ideas.

Lo que aquí expongo son mis opiniones personales con la experiencia que me da el haber sido profesor en tres continentes. No represento a nadie. Más bien al contrario: mis compañeros de la concertada, acostumbrados a callar por miedo durante años, me dicen que es mejor dejarlo estar, que esta carta no cambiará nada. Pero creo que en todo Estado de Derecho se debe buscar el diálogo. Pretendo, con humildad y franqueza, desmontar algunos de los mitos, bulos, estereotipos y prejuicios sobre la concertada que nos impiden hablar objetivamente.

  1. La Educación es un servicio público

La obligación del Estado es garantizar el acceso a una educación universal y gratuita. Este servicio público se viene ofreciendo en España, como en muchos países democráticos europeos, a través de dos redes paralelas: la escuela de propiedad pública y la escuela concertada de propiedad privada. Sin embargo, el término educación pública tiende a confundirse con la educación impartida por funcionarios públicos, confundiendo “servicio público” con “funcionariado”. En todos los ámbitos de la Administración coexisten los funcionarios públicos con personas o empresas que dan en parte o en su totalidad servicios públicos como estos: la limpieza de las ciudades; la construcción, mantenimiento, limpieza, seguridad, guarderías y cafeterías de edificios públicos; el aparcamiento en zonas controladas; la gestión de eventos, fiestas y actividades culturales; los servicios de protección animal de los ayuntamientos y diputaciones; la atención médica y hospitalaria en redes sanitarias concertadas; servicios telemáticos de atención al ciudadano; la escolta de determinados cargos públicos; muchos servicios sociales; la gestión de la ayuda al Desarrollo… En Educación coexisten también ambas formas de dar servicios públicos.

  1. España no es diferente a Europa en los conciertos educativos

Otro mito es que Spain is different en este aspecto. No es cierto. Holanda, por ejemplo, tiene una gran tradición de escuelas concertadas. En Bélgica, la educación concertada supera en número de alumnos a la estatal. En Francia, ejemplo eterno de laicismo, los centros privados concertados educan al 14% de los alumnos, dando el Estado a la concertada francesa una aportación por alumno muy superior a la española. En España, el 28% de los alumnos de todos los niveles se educan en la red concertada, porcentaje que llega al 31% en educación primaria. La media actual a nivel europeo es del 20%. La tendencia en toda Europa es de crecimiento de esta red frente a la de titularidad pública.

  1. La escuela concertada no es subsidiaria, es complementaria

La escuela concertada es considerada por algunos de vosotros como un recurso auxiliar y provisional, un tapagujeros de la Administración, un mal menor que llegará a desaparecer cuando la pública tenga suficientes recursos. Ante esto, el Tribunal Supremo dictó sentencia el 25 de mayo de 2016 anulando la decisión de una Consejería autonómica que denegaba el concierto a un colegio por tener la escuela de titularidad pública suficientes plazas disponibles en una localidad. El Tribunal Supremo dictaminó que «no resulta de aplicación el principio de subsidiariedad en relación con la enseñanza concertada (…). Es decir, el sistema pivota sobre dos ejes, la enseñanza privada concertada y la enseñanza pública». Y afirma: «No se otorga, en dicha regulación legal, a los centros privados concertados un carácter secundario o accesorio respecto de los centros públicos, para llegar únicamente donde no lleguen estos últimos, es decir, para suplir las carencias de la enseñanza pública». En resumen: el concierto no debe depender de la existencia de vacantes o no en la escuela pública en la misma localidad, puesto que esto conllevaría, a la larga, la desaparición del régimen de conciertos. Esta doctrina de nuestro más alto Tribunal impone el llamado sistema dual, según el cual la administración educativa debe prever los mecanismos adecuados para que puedan coexistir dos tipos de enseñanza, la pública y la concertada, para que así se haga efectivo el derecho constitucional (artículo 27.3) de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones o el estilo metodológico y pedagógico que más les convenza.

  1. Los trabajadores de la concertada somos igual de profesionales que los de la pública

Cuando no se tienen argumentos, es fácil pasar a la descalificación personal. Los profesores de la concertada estamos cansados de que algunos de vosotros nos perdonéis la vida, nos miréis de reojo con lástima o nos ninguneéis como si no tuviéramos que aportar nada al sistema educativo. El último insulto ha sido excluirnos de la corrección de las pruebas de la EBAU, la nueva selectividad, cosa que no ha ocurrido en décadas.

Algunos, en las redes socieles, repetís con frecuencia un silogismo falaz: las oposiciones miden la calidad del profesorado; los profesores de la concertada no han pasado una oposición, luego su calidad profesional no está certificada de una forma transparente y pública. Es lógico que el Estado deba medir, de alguna forma, a los candidatos a ser funcionarios públicos, pero en absoluto garantiza esta prueba la calidad personal o profesional de un maestro o maestra. El sistema público de selección está basado en un aprendizaje memorístico de una serie de temas que hay que desarrollar en cuatro horas y media junto con una aplicación de esos conocimientos. No se tiene en cuenta el concepto mismo que de la enseñanza se tiene, ni la implicación de la persona, ni el trabajo en equipo, ni la empatía profesional.

Como en todos los ámbitos profesionales, es la Universidad la que otorga el derecho a ejercer una profesión. Nunca he oído decir, por ejemplo, que el arquitecto de un ayuntamiento sea más arquitecto que los de las empresas de construcción, o que los médicos que ejercen la medicina privada sean peores que los de la red pública. Todo lo contrario: me sigue asombrando -y escandaliza a la mayoría de la sociedad española- que los funcionarios públicos uséis los hospitales y consultas privadas en vez de los de la Seguridad Social. También sorprende que un altísimo porcentaje de profesores de la pública, compañeros y compañeras vuestros, envíen a sus hijos a nuestros centros.

Esta forma de mirar a los demás por encima del hombro afecta también a vuestros compañeros. Me duele que los interinos que trabajan con vosotros, entre los que tengo muchos amigos, se sientan discriminados y tratados como trabajadores de segunda categoría destinados a los peores horarios y asignaturas. Me da rabia que luchen por sus derechos laborales sin el apoyo de muchos de vosotros.

Frente al injusto estereotipo de que los de la concertada estamos aquí porque no pudimos o no supimos sacar una oposición está la realidad de que la inmensa mayoría de nosotros no nos hemos presentado nunca a una porque no hemos querido, porque estamos contentos de ser quien somos y de trabajar donde trabajamos. La mayoría de nosotros creemos en los idearios de nuestros centros y en el estilo de educación que impartimos. Formamos equipos estables en el tiempo donde se tejen profundas relaciones humanas y profesionales que hacen que nos sintamos felices de compartir esta vocación y esta tarea. Cada año pasan por mi centro a hacer sus prácticas y aprender con nosotros medio centenar de alumnos de Magisterio y del Máster de Educación para profesores de secundaria, muchos menos de los que querrían venir a conocer los más de diez programas de innovación que llevamos adelante. Y si para muestra vale un botón, debo testimoniar que yo mismo obtuve ingreso directo a la función pública al ser el segundo mejor de mi promoción en la Escuela de Magisterio. Pero estoy donde estoy por vocación.

  1. La concertada sufre una quíntuple desigualdad

Una supuesta virtud de la escuela concertada es que resulta más barata para el Estado. Eso es cierto, pero detrás hay una gran injusticia. En 2015 se presentó un informe muy interesante. La investigación, titulada “El coste de la plaza escolar en la pública y en la concertada” y encargada por el Área Federal de Educación de Izquierda Unida, pretendía desmentir lo que ellos llamaron “un mito interesado”: que la educación concertada es más barata que la pública. Lo cierto es que solo consiguen defender su tesis mezclando artificialmente churras con merinas para terminar afirmando que, como al Estado le cuestan mucho las plazas en centros rurales, la media final es casi la misma. Pero si analizamos sus datos con detenimiento podemos sacar una conclusión meridiana: a igualdad de lugar, por ejemplo un barrio de clase trabajadora de una ciudad media, al Estado le cuesta mucho menos escolarizar a un niño en un centro concertado que en un colegio público, casi la mitad.

Este hecho, sin embargo, no es una virtud, sino un vicio que hay que erradicar pues se debe a una quíntuple desigualdad: el Estado no paga al centro concertado lo que de veras vale esa plaza, por lo que obliga de facto a los padres a contribuir con cuotas voluntarias (que la mayoría pagan, aunque no están obligados a ello); los profesores de la concertada trabajamos más horas “de tiza” que los de la pública (23 frente a 21, 2 horas más a la semana, siendo la desproporción en ESO realmente sangrante); las clases de la concertada están más llenas (2 alumnos más por aula); hay menos profesores auxiliares en los centros concertados para atender las necesidades educativas especiales; y, finalmente, el Estado no paga a los profesores de la concertada el mismo salario que a sus funcionarios o trabajadores interinos no funcionarios (unos 5.800 € menos al año), habiendo incluso desigualdades autonómicas notables. Nuestros sindicatos (FSIE, USO…) llevan denunciando estas injusticias desde hace décadas. Partidos políticos y mesas sectoriales han reconocido que esta situación es inaceptable, pero no atienden nuestras demandas de mayor igualdad porque, al parecer, somos trabajadores “de segunda categoría”. Esto, como vamos a ver, no es bueno para el servicio público que damos.

  1. La escuela concertada no discrimina ni elige a sus alumnos

Otro gran bulo afirma que en nuestros centros no entran inmigrantes o alumnos con necesidades educativas especiales. La realidad es que todas las familias tienen las mismas posibilidades de matricular a sus hijos en nuestros colegios según baremos y procesos muy controlados por la Administración. No discriminamos a nadie. Y si ocurriera en algún centro, que lo corrija y sancione la Comisión de Escolarizacion, la Comisión de Garantías o la Inspectoría, que para eso están.

En nuestras aulas hay alumnos de todos los tipos, aunque, es cierto, no en la proporción de la red pública. Esta equiparación no se resolverá mientras la Administración no resuelva la quíntuple desigualdad explicada anteriormente. Si no provee por igual de medios personales y materiales a nuestros centros no puede esperar que creemos programas especiales de atención a la diversidad que son los que acaban atrayendo a algunas familias.

Extrapolemos los datos a nivel nacional del informe de IU: si en un centro concertado se trabaja con tiza en la mano 23 horas de media (sobre 25) y los del centro público de al lado 21, cada profesor de la pública tiene el doble de horas que el de la concertada para atender al alumnado de forma individualizada o en programas de atención a la diversidad. Esta desigualdad en el servicio público es grave, porque se pide equidad en la atención a alumnos más necesitados pero no se facilita su cumplimiento. En cuanto a ciertos ACNEE, la Administración es quien debe dotar de personal y materiales especializados a las unidades que los atienden, y lo hace marginando con frecuencia a nuestros centros. Cuando decide tratarnos por igual, como en la atención al autismo, por poner el ejemplo de mi centro, sabe que nuestras tres aulas TEA son punteras y así lo reconocen los premios que han obtenido. Algunas familias con niños con necesidades educativas, a sabiendas de que la concertada no siempre dispone de suficientes recursos, prefieren enviar a sus hijos a centros públicos mejor dotados, pero muchas otras, conociendo nuestra vocación secular por la excelencia educativa y la atención a los más necesitados, nos siguen confiando sus hijos con la certeza de que compensaremos nuestras carencias con un mayor esfuerzo y nos dejaremos la piel por ellos.

  1. La escuela católica no indoctrina

La inmensa mayoría de los centros concertados somos católicos. Eso no significa que haya que serlo para entrar en ellos. Ninguna escuela concertada católica examina las creencias de sus alumnos o las de sus familias para admitirlos. Los idearios de nuestros centros se asientan en cuatro columnas: los Derechos Humanos, la Constitución, las leyes educativas y el carácter propio de cada una de las congregaciones religiosas que han fundado estos centros. Todas las familias saben de antemano que el modelo de ser humano que educamos está inspirado en el evangelio, razón final de nuestro servicio. Saben que se dará a sus hijos una visión trascendente de la vida, que se educará su sensibilidad hacia valores como la solidaridad, la fraternidad, el amor al prójimo, la reflexión… La mayor parte de las familias que eligen nuestros centros suelen ser católicas poco practicantes, dándose la misma diversidad y pluralidad que hay en nuestra sociedad. En todos nuestros centros hay familias protestantes, musulmanas o ateas que aprecian y eligen los valores con los que educamos. De esa pluralidad se hace eco el Consejo Escolar, el órgano democrático que rige todos los centros sostenidos con fondos públicos. Como exige la legislación, las familias que no desean que sus hijos cursen la asignatura de Religión pueden optar por su alternativa. Nadie es obligado a participar en celebraciones o campañas solidarias que no estén de acuerdo con sus creencias. Incluso hay centros concertados con tantos musulmanes que realizan celebraciones interculturales o interreligiosas inclusivas. Personalmente conozco a familias como la de mi amigo Moussa, senegalés y musulmán que gritó consignas conmigo por el altavoz en la manifestación del día 4 de abril, que eligen nuestros centros porque consideran que son el mejor lugar para que sus hijos inmigrantes se inserten en una sociedad culturalmente cristiana y se sientan respetados. No somos un club de gente homogénea. Somos plurales, somos inclusivos, y podríamos serlo aún más si la Administración quisiera.

  1. La escuela concertada existe desde mucho antes que la de titularidad pública

El actual modelo de educativo de dos redes que dan un mismo servicio público comenzó con la LODE en 1985. Pero la red que hoy llamamos concertada existía desde mucho antes que se crearan los centros de titularidad pública. Estos fueron instituidos por la Ley Moyano de 1857. Esta ley ya reconocía la presencia de congregaciones religiosas que venían ofreciendo educación gratuita, también en colaboración estrecha con los ayuntamientos. De ellas, la que yo más conozco, es la Orden de las Escuelas Pías, fundada por San José de Calasanz (1557-1648), sacerdote y educador aragonés que en 1597 abrió en Roma la primera escuela pública e introdujo en la Europa del siglo XVII (Italia, Austria, Polonia, Eslovaquia, Hungría…) la escuela popular gratuita y abierta a todos, especialmente a los más pobres. No hacía distinciones entre los niños por su rango social ni por sus creencias, admitiendo en sus aulas también a judíos y protestantes. Las primeras fundaciones de los escolapios en España fueron en Barbastro (1677) y Benabarre (1681). En Aragón fundaron otros colegios en Peralta de la Sal (1695), Daroca (1728), Alcañiz (1729), Zaragoza (1732), Albarracín (1732), Jaca (1735), Tamarite (1741), Sos del Rey Católico (1760), Fraga (1827), Caspe (1858) y dos más en Zaragoza (1942 y 1964). Hasta la llegada de la 2ª República, que hizo imposible el sistema que mantenía estos colegios abiertos y gratuitos gracias al voto de pobreza de sus religiosos, a las contribuciones de los ayuntamientos y a donaciones libres de particulares, no se comenzó a cobrar cuotas a los más pudientes para poder mantener a los niños sin recursos en las aulas. Y fueron muchos miles. Solo en Zaragoza hay 134 calles dedicadas a exalumnos escolapios.

  1. La escuela concertada no es un negocio

Con la palabra “negocio” se ha intentado descalificar de forma generalizada a una red de centros que nacieron como un servicio social sin ánimo de lucro. Así lo sigue garantizando el hecho de que la propiedad de los centros recaiga en congregaciones religiosas probadamente dedicadas al servicio de la gente tanto en España como en países menos favorecidos, fundaciones que garantizan la permanencia de esos centros cuando escasean los religiosos y cooperativas de trabajadores o familias que desean otros modelos educativos para sus hijos e hijas. Con consignas anticlericales, totalmente anacrónicas, se ha venido coreando la falsa idea de que el dinero de todos se emplea para el enriquecimiento de “los curas”, comentario irrisorio para quienes conocemos de cerca la labor y el trabajo que realizan los religiosos entregando su vida al ministerio educativo. Los colegios y el equipamiento que tenemos son el resultado del esfuerzo secular de estas comunidades que siguen luchando por dar a sus alumnos la mejor educación posible, reinvirtiendo en sus aulas sus salarios y el apoyo de mucha gente.

Debo mencionar también el sacrificio con el que algunas cooperativas de trabajadores, compañeros nuestros, levantan colegios hoy en día para dar un servicio que se necesita en algunas zonas sin suficientes centros de titularidad pública. No lo hacen solo para ganarse el pan, sino para hacer realidad su sueño de una escuela alternativa, innovadora y plural. He visto de cerca lo difícil que es conseguir créditos para estas escuelas concertadas. Si esto es un negocio, los bancos no han debido enterarse.

  1. El dinero que recibe la concertada lo pagan los padres con sus impuestos

Junto al anterior bulo, abunda el comentario de que “el que quiera escuela privada, que se la pague de su bolsillo”, ignorando el hecho de que todo padre o madre pagamos impuestos y esos impuestos garantizan la educación universal, gratuita y libre. Si una familia pide un puesto en un colegio concertado, tiene derecho a recibir del Estado lo que costaría esa plaza escolar en un centro de titularidad pública. No es un privilegio. No es dinero que se quite a la pública, pues no le pertenece dado que no educa a esos alumnos. Este sistema es parte esencial de la libertad de enseñanza.

  1. La desaparición de la concertada no implica la mejora de la pública

Con la falsa idea de que la desaparición progresiva de la concertada, parte del programa electoral de algunos partidos, significará una mejora de la pública, hemos aguantado todo tipo de ocurrencias. La verdad es que el sistema de educación español tiene grandes virtudes, algunas de las cuales no se aprecian suficientemente, y sufre también graves problemas y carencias que afectan tanto a la pública como a la concertada: la ausencia de una Ley de Educación consensuada por toda la Sociedad, el dogmatismo unidimensional del Informe PISA, los recortes en los presupuestos del Estado… La enseñanza de titularidad pública tiene sus propios problemas, algunos muy serios. No os los voy a mencionar aquí porque de sobra los conocéis. Lo malo es que, en vez de buscar soluciones, algunos os dediquéis a buscar un chivo expiatorio, como si nosotros fuéramos la causa de vuestras dificultades.

Las sociedades plurales y democráticas son las más exitosas en todos los aspectos. Imaginad, por un momento, que los madridistas decidieran, para mejorar el Real Madrid, hacer que desapareciese el Barcelona (o viceversa). Si ambos son los dos mejores equipos del mundo es porque el otro está enfrente y lo reta con sus aciertos y esfuerzos. Hay grandes compañías, como Microsoft o Google, que no hubieran mejorado si no existiera Apple. Los grandes fotógrafos se dividen entre nikonistas y canonistas. El que yo prefiera el Kas de naranja no me hace decir que la Fanta sea un asco. Si realmente creemos que una sociedad plural y democrática es el ideal político que deseamos construir, dejemos que las familias elijan los centros que quieran y ayudemos a que estas aulas sean las mejores posibles, dotándolas de medios personales y materiales.

  1. La escuela concertada no va a ser silenciada

Durante años hemos permanecido callados y sometidos al miedo de la no renovación de los conciertos. Pero, hasta aquí hemos llegado. En estas últimas semanas hemos decidido salir a la calle y dejar de ser avasallados. La agresión orquestada en Aragón por el PSOE y Podemos se ha convertido en una gran oportunidad de cambio y mejora para nosotros. Hemos descubierto una unidad entre todos los centros concertados que hacía tiempo que no demostrábamos. Hemos comprobado que hay que comenzar a reivindicar sin cesar una solución para las situaciones injustas que padecemos. Hemos visto la fuerza y compromiso de nuestros claustros, que han llegado incluso a decidir apoyar con sus salarios la lucha contra el cierre de aulas con demanda social. Nos hemos sentido formando parte de una gran aventura educativa que construimos cada día con las familias que nos confían a sus hijos. Frente a quienes queréis suprimirnos, lucharemos por consolidar y expandir todo lo bueno que realizamos cada día al servicio de la sociedad y siguiendo nuestra vocación educativa.

En conclusión

A todos los compañeros de la pública os digo: sé que muchos estáis con nosotros. Si hay algo en mis palabras que os motiva a luchar por la verdad y la justicia, defendedlas abiertamente.

Sueño que el Pacto Social por la Educación de Aragón, que nos sentó a todos en igualdad alrededor de una misma mesa y quiso ser un modelo de diálogo y entendimiento hasta que algunos, incomprensiblemente, lo dinamitaron, vuelva a darnos esperanza de que es posible un Pacto de Estado por la Educación que no excluya a nadie.

Me gustaría que todos mis compañeros y compañeras de la pública nos mirasen como auténticos colegas, compartieran inquietudes con nosotros, estuvieran abiertos a lanzar proyectos comunes y a apoyarnos mutuamente para educar mejor. Una barrera de prejuicios nos separa. Podemos saltarla si queremos. Aquí estamos.

 

INFOGRAFÍA

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8 comentarios

  1. Hola, soy madre de un alumno tuyo.
    Me gustaría felicitarte pues tu carta. ¡Es fantástica!

  2. Magnifico Juan, lleno de sentido común y expresado con cariño, respeto y pasión.

  3. José Luis Velilla

    Soy profesor del colegio Calasanz- Escolapias. Solo quería darte las gracias por tus palabras. Estoy completamente de acuerdo contigo. Un abrazo. José Luis.

  4. No te conozco compañero, pero enhorabuena por ser tan claro.

  5. Solamente dos precisiones, compañero: la jornada lectiva (de tiza, como tú dices) de un profesor de concertada son 25 horas, no 23. Y segundo: ya me gustaría que el “sindicato” mayoritario FSIE defendiera de verdad nuestros intereses (y no los de las patronales) a la hora de negociar el convenio colectivo (en cuanto a USO, su presencia es meramente testimonial). De acuerdo en casi todo lo demás.

  6. Juan, esta entrada está muy bien. Gracias por tu trabajo, está muy bien documentado. Comparto contigo los puntos que señalas. Sin duda, la Escuela Concertada es sinónimo de calidad, de educación integral y de ejemplo de entrega por parte de los profesores.
    Gracias por tu trabajo, Juan

  7. Estimado compañero, has plasmado la realidad a la que estamos sujetos. Un abrazo.

  8. José Luis Corzo

    Querido Juan: dirás que “a buenas horas!”, pero no me olvidaba de tu escrito. Tocas uno de mis temas favoritos, de toda la vida. Y lo haces como Campanella (para Calasanz): a tope, exhaustivo. Gracias.
    Sólo te apunto un detalle (para mí importante), bueno, dos. Primero, que además de entender la libertad de enseñanza como libertad de escoger, está la de cátedra, como libertad de crear escuelas y enseñar libremente (dentro de la ley). Faltaría más, si no fuera así; y creo que lo subrayas menos.
    Y segundo, que hay un exceso de argumentación privada (o católica, si lo prefieres) sobre el derecho de los padres a elegir que, si somos sinceros, es un derecho inalcanzable para… ¿cuántas familias? ¿Se sabe esa cifra? (mira el medio rural, las periferias urbanas, el precio del uniforme y el chándal etc. etc.). Yo siempre he preferido argumentar a partir, no del derecho de las familias a elegir, sino del derecho de cada niño a su buena educación, más vulnerado en los pobres que en los ricos. Calasanz no respondió a los padres electores, sino a los niños ignorantes.
    Un abrazo,

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