Este año hemos puesto a nuestro pequeño belén unas velas con los colores de la bandera de Ucrania. Es difícil imaginarse lo que debe ser vivir bajo cero y sin electricidad durante días… Es el coletazo que queda de un año trágico en el que hemos visto la criminal invasión de este país, una guerra que nunca pensamos que se podría repetir en suelo europeo.
En esta noche, pido al Señor por las madres, esposas e hijos de tantos soldados ucranianos y de tantos rusos que han sido obligados por Putin y sus secuaces a ir a este inútil matadero. Que sus oraciones sean escuchadas y pronto veamos el fin de este conflicto.
Y no es el único. ¿Cómo olvidar el del Camerún anglófono, Ambazonia, que sigue allí cinco años después? ¿Y las guerras inacabables del Congo, de Palestina, de Somalia, de los territorios sin pacificar de Colombia, o las guerras civiles de baja intensidad en Venezuela o Nicaragua?
Que la Paz, el Amor, la Luz y la Alegría de Jesús, que solo los humildes descubrieron, llenen vuestros corazones en esta Navidad y cada día del nuevo año 2023.