Toumi

Después de pasar la noche en Bamendjou, y tras comernos un maravilloso desayuno preparado por Judith, la cocinera de la comunidad escolapia, el P. Steven Verla nos mostró a sus perros (les han asaltado los ladrones varias veces) y el Centro Calasanz donde, entre otras cosas, tienen un taller de vestimentas litúrgicas que da trabajo a un par de personas.

Luego fuimos a visitar a las dominicas de Toumi, con quienes me une un lazo especial. Cuando ellas llegaron aquí, en julio de 2001, el país estaba en las “villes mortes” o “ciudades fantasmas), una huelga general salvaje que impedía a todos desplazarse de día por las carreteras de lunes a viernes. El objetivo era forzar la democratización del país. Yo me encontraba en Duala cuando una hermana española me pidió que la ayudase a recibir en el aeropuerto a las diez monjas que venían a fundar a Toumi, un monasterio situado a diez minutos de los escolapios de Bamendjou. Organizamos el transporte y viajamos toda la noche. El monasterio se fundó con una Salve a las tres de la madrugada, hora de nuestra llegada…

Desde entonces me llaman su “ángel guardián”. Esta vez me tocó, más bien, ser ángel Gabriel: no les funcionaba el correo electrónico y tuve que arreglárselo mientras Sara hacía las delicias de las hermanas María (Puerto Rico), Marta y Cristina (Angola) haciéndoles todo tipo de preguntas, empezando con el tema de la reja, algo anacrónico que en algún monasterio todavía subsiste.

Como en todo monasterio africano, la dificultad principal es la autofinanciación. Estas monjas fabrican una leche enriquecida para niños enfermos que venden a hospitales y algunos otros productos, pero no les da para vivir a la docena de hermanas sin recibir la ayuda solidaria de la federación de monasterios a la que pertenecen.

Para resolver el problema del corre, tuvimos que llamar a Puerto Rico, donde la priora marchó hace dos semanas por razones médicas, para que nos corroborara cuál era la clave… ¡Les faltaba un número! Y es que, en el mundo digital, a diferencia del espiritual, no hay misericordia: cada tilde cuenta.

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