No he dormido del todo bien, a pesar del cansancio. Nos acostamos a la una y media y a las seis ya estaban todos los gallos de esta colina compitiendo por quien es más alborotador. La habitación me parece espartana; me he ido olvidando del ambiente de los seminarios, aquí todavía más desnudos y austeros a pesar de estar por encima de la calidad de vida de muchas familias.
A las siete estaba en la misa de la comunidad con los seminaristas escolapios, niños y mujeres del barrio. Liturgia en francés, con algún canto y mucho ritmo. Al salir comenzaba a despertar el resto de la familia, todos contentos de empezar este día y el viaje hacia Nkwen, que tomará dos días más. Los niños se han puesto a mirar la ciudad de Yaundé, rodeada de colinas llenas de follaje, asombrados por su verdor y belleza.
–¡Papá, esto es una pasada, no me lo podía imaginar así –me decía Daniel.
!la una y media! Pocas veces me duermo a esa hora y ¡las seis! Nunca me Levanto tan temprano